LA MIGRACIÓN DESDE MI REALIDAD SOCIAL-CULTURAL
Por Bartolomé Balderas Sáenz.
Pobreza, marginación y olvido; son, por así decirlo, algunas de las categorías sociales que distinguen a ciertos núcleos humanos que padecen el flagelo de la migración y todo lo que este fenómeno conlleva. Y al tratarse sociológicamente de un tema que exige de nuestra reflexión y solidaridad he querido compartir con ustedes la experiencia de un pueblo migratorio, que se sostiene casi en su totalidad de las remesas del extranjero. Pero también, aunque indirectamente quiero compartir mi experiencia, al pertenecer a una familia de migrantes.
Nací en una pequeña localidad, hoy desaparecida, en los rincones más recónditos de la Sierra Queretana; se trata de la Escondida de Hidalgo municipio de Arroyo Seco, cuyo número de familias era de apenas veinticinco. Lo curioso de este lugar, es que no contaba con un camino de acceso para automóviles ni con energía eléctrica, solo se podía acceder caminando o en cabalgadura. Y al estar enclavada en la sierra, también los servicios educativos eran muy deficientes, ya que, dada la lejanía, a los maestros de CONAFE de aquella primaria rural les era difícil el acceso, además de ser muy raquítica la paga. Por lo que en muchas ocasiones no tuvimos clases, o solo durante algunos meses.
A principios del año 2000 muchas personas preocupadas por la educación Básica de sus hijos decidieron cambiarse a la Delegación Municipal de la Florida (a 12 kilómetros de distancia entre la sierra), donde algunos le solicitaron al ejido un pequeño predio para construir una vivienda, y muchos otros vendieron parte de su ganado. Hacia el 2006 terminó el éxodo, dejando la comunidad sola y deshabitada; mudándonos a vivir a este nuevo lugar que ya contaba con servicios básicos de educación, salud, energía eléctrica, comunicación y con la parroquia ahí mismo para satisfacer nuestras necesidades religiosas.
Fotografías: Delegación municipal de la Florida y parroquia de Santa Teresita del niño Jesús.
En toda esta región la migración es una realidad muy arraigado en la vida de las personas, pues lejos de la industrialización y de los sitios de un mayor flujo de dinero, la migración hacia los Estados Unidos principalmente, representa la oportunidad para proveerse de los medios para la satisfacción de sus necesidades. Todo esto ha sido un propicio caldo de cultivo para que esto se arraigue profundamente a tal grado que forma parte de nuestra cultura.
Desde mi experiencia personal, y al igual que muchas otras familias crecimos al lado de nuestra madre y hermanos solamente; pues casi en su totalidad los padres de familia emigran en busca de mejores oportunidades. La gran mayoría de ellos en calidad de indocumentados, sufriendo los peligros que la frontera y el desierto representan; y una vez sorteadas estas dificultades el arduo trabajo hace que la odisea valga la pena; pues una vez pagadas las deudas del viaje, las remesas llegan a las familias periódicamente. Hasta hace un año y medio mi padre fue por 31 años un inmigrante indocumentado; pero la edad y las enfermedades ya no le permitieron continuar realizando estos viajes. Durante ese tiempo, sacó adelante a sus cuatro hijos, yo entre ellos; dándonos a todos estudios hasta la preparatoria y al suscribe, apoyándome en mi actual formación. Pocas veces estuvimos juntos en la niñez, pero el tiempo que estaba con nosotros fue muy grato y enriquecedor. En la actualidad mis hermanos también son inmigrantes y al igual que la gran mayoría de los jóvenes, van en busca del Sueño Americano.
La cultura de la migración, ha adquirido carta de ciudadanía, al igual que en muchas otras regiones del país; pues sin temor a equivocarme, puedo afirmar que la economía de mi pueblo depende casi exclusivamente de las remesas que mandan los migrantes. Al existir ahora programas de empresas que contratan temporalmente en Estado Unidos, en casi todos los jóvenes late la idea, de que, cumpliendo la mayoría de edad, buscaran ser contratados para emigrar, o bien, buscar alguna otra posibilidad. La opción de estudiar una profesión, escasamente entra dentro de su horizonte existencial; es más, hay algunos que, habiendo estudiado una carrera, en ocasiones también emigran.
La migración no solo es una experiencia dolorosa para aquellos que siente desgarrarse el corazón por tener que abandonar a su tierra y seres queridos hacia una ruta incierta; también representa dolor para quienes se quedan con los ojos elevados hacia el cielo pidiéndole a Dios un milagro y que pasado algún tiempo puedan volver a estar juntos con aquellos a quienes aman, sintiendo miedo, zozobra y un profundo vacío en el interior.